jueves, 22 de abril de 2010

El hombre como ser biopsicosocial

El hombre como ser biopsicosocial
Introducción
En los últimos años la salud pública cubana ha logrado grandes éxitos. Se desplazaron las
enfermedades infecciosas de los primeros lugares de morbilidad y mortalidad y ahora son las
enfermedades crónicas no trasmisibles las que ocupan los primeros lugares, al igual que en los países
desarrollados, donde los aspectos psicológicos y sociales de la enfermedad adquieren una nueva
dimensión a la hora de su análisis integral en el ser humano.
El hombre, por su esencia social, posee rasgos fundamentales y particularmente específicos que lo
diferencia radicalmente de otros seres vivos. Esto obliga a enfocar la salud de las personas no sólo
desde posiciones biológicas, sino conside-rando las características sociales y dentro de éstas, las
psicológicas y espirituales.
Los médicos de la familia, al intervenir en las situaciones de salud de la comunidad, crean las
condiciones necesarias para influir en la formación de estilos de vida diferentes y lograr que la
población se incorpore a las transformaciones del medio social que les rodea y, de esta forma, se
modifiquen ellos mismos, y asuman valores y conductas de vida mucho más sanas que harán posible
los cambios futuros que se esperan en el país dentro del campo de la salud.
Entre los hechos científicos más importantes que sustentan la relación de lo biológico y lo social
están, la diferencia entre la salud humana y la animal, y la evolución histórico social de la salud del
hombre, aspecto este último que se analiza en el tema sobre la historia de la medicina como ciencia
sociobiológica.
La salud y la enfermedad como procesos de vida
La salud, o mejor, el proceso salud-enfermedad, es una dimensión armónica que todo lo gobierna. El
bienestar no se puede administrar, ni por vía oral, ni por vía parenteral, sino que nace de la
integración cuerpo-mente. Constituye un reflejo de la armonía somática y psicológica. La salud,
holísticamente concebida, no se puede recetar. Brota de una actitud: de la aceptación de las
incertidumbres de la vida, de la voluntad de tomar responsabilidad de los hábitos propios, de practicar
relaciones humanas satisfactorias, de la manera en que se perciben y manejan las relaciones humanas,
así como de tener un objetivo en la vida. Todo ello constituiría como una especie de matriz invisible
que debemos admirar.
En la medida en que la ciencia amplía el espectro de su acción y va logrando síntesis más amplias,
diversos enigmas van dibujándose con otro sentido. Aún cuando no sabemos cómo las creencias y
expectativas afectan a la salud, sí tenemos la convicción de que es así. Hace dos siglos, Franz Anton
Mesmer fue expulsado de la Academia Francesa, tras haberse decretado que la hipnosis era un fraude.
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Hoy, cobra vigencia lo que un miembro de tan prestigiosa institución replicó cuando dijo: «-Si eso es
así, ¡qué cosa tan maravillosa debe ser la imaginación!».
Durante décadas, la ciencia ha intentado «explicar» un misterio, al invocar otro misterio. Así, un buen
día, el misterio de la cadena de polipéptidos en forma de espiral se convirtió en ADN y hoy, el
misterio de la herencia somática se devela en el mapa del genoma humano. La ciencia se encuentra
aún enfrentada al hecho inevitable y contundente que ejercen las expectativas del paciente. El
llamado «efecto placebo», es hoy por hoy, mucho más que sustancias inertes suministradas a
pacientes difíciles. Existen otras dimensiones, como el prestigio del profesional, las características de
la institución de salud, la «mística» de un determinado tratamiento, la actitud del personal facultativo
o la fama del doctor; que pueden contribuir a la curación, al trabar contacto con las expectativas del
paciente. El placebo activa determinadas capacidades permanentes de la mente. Diversas
investigaciones han demostrado que el alivio del dolor que proporciona el placebo parece deberse,
por tanto, a la liberación por el cerebro de un analgésico natural. No obstante, el tratamiento no
científico de este proceso, lleva a considerarlo como un truco que funciona en gente cuyos
sufrimientos no son «reales», malentendiendo que descansa en un concepto ingenuo de la realidad y
en la ignorancia del papel que juega la mente como creadora de experiencias.
La curación a veces ocurre de manera automática cuando se liberan actitudes mentales negativas. Tal
como si existiese una «fuerza vital o principio ordenador» que se dispone a reestablecer el estado
natural de salud y totalidad, simplemente cuando uno logra liberarse de la barrera que suponen las
expectativas negativas, como son entre otras, el escepticismo, la desconfianza y sobre todo, el miedo.
Diferencia entre la salud humana y animal en el desarrollo histórico
La diferencia entre la salud humana y la animal, ha sido estudiada y continúa siéndolo, por diferentes
investigadores. Si el hombre es distinto del animal, es lógico que la salud humana sea
cualitativamente diferente, independiente de aquellas circunstancias que a su vez la hacen, en cierto
sentido, similar.
La inconsistencia del enfoque biologizador en el estudio del hombre y de su psiquis, no sólo es
confirmada por los datos científicos que desentrañan la esencia social del hombre, sino también por
toda la historia de la humanidad. Este enfoque menoscaba la diferencia cualitativa en el
comportamiento del hombre y de los animales y eleva el problema de lo biológico en la correlación
con lo social en el hombre.
Igualmente inconsistente es el enfoque sociologizador, o sea, la interpretación del hombre como
cierta condensación de la economía, la cultura, la espiritualidad o el socium, privada por completo de
lo que sea biológico, orgánico y, en general, propio de la naturaleza. Dentro de la medicina tienen
también un valor determinante los diferentes enfoques que se utilizan para conceptualizar la llamada
patología natural de los animales y la patología humana, porque si el hombre es distinto del animal es
lógico que la patología humana sea cualitativamente diferente de la animal, independientemente de
aquellas circunstancias que a su vez lo hacen en cierto sentido similar.
Estudios relacionados con la reproducción en los animales de determinadas enfermedades infecciosas
humanas demuestran que, aunque algunos aspectos se alcanzan, no se puede reproducir
experimentalmente el proceso tal y como acontece en el hombre. Tampoco se puede reproducir
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«neurosis» con las características que esta enfermedad presenta en el hombre. El animal «neurótico»
no existe en condiciones naturales.
Se ha comprobado que el hombre tiene algunas enfermedades que no las padece el animal o que las
sufre en condiciones que son prácticamente extranaturales a su medio, tales como la diabetes, el
asma, el infarto, las neurosis, las úlceras gastroduodenales, etc., que comúnmente no surgen en los
animales o si aparecen, ocurren en condiciones tan extrañas a su medio natural que prácticamente se
puede plantear que no forman parte de la patología animal.
El hombre tiene una mayor variación y diversidad en su espectro patológico. Esto es muy interesante,
y por ejemplo, al estudiar los tumores en el hombre se ha comprobado que son mucho más diversos
en sus formas de presentación, que los que ocurren en los animales. No es que los animales no tengan
tumores, sino que las diferencias de la amplitud del espectro son muy importantes. También se puede
observar que las enfermedades hepáticas, renales, pulmonares, etc., presentan también mayor
diversidad de presentación y sus manifestaciones sintomatológicas son más variadas en el hombre
que en cualquier otro animal no racional.
Al hombre le son propios y exclusivos los trastornos neuropsíquicos, relacionados con la esfera del
pensamiento; específicamente con la conciencia, que es propia únicamente del hombre como ser
social. El animal tiene psiquis, pero no tiene conciencia, por tanto, aquellos trastornos que tienen que
ver con la esfera de la conciencia son propios únicamente de los hombres. Las enfermedades
relacionadas con el lenguaje, con la interpretación de los fenómenos etc., pueden aparecer únicamente
en el hombre, tales como las afasias, las esquizofrenias, las neurosis y las psicosis en general.
Se ha comprobado también que los animales domésticos, criados en condiciones artificiales, tienen
una diversidad patológica mucho más amplia que la que presenta su misma especie en condiciones
naturales. También es conocido que los animales en estas circunstancias, cambian algunas formas de
su comportamiento habitual como son la agresividad, el sueño, la alimentación, etc.
El hombre, al transformar activamente el medio que le rodea, crea condiciones de vida que le
permiten liberarse cada vez más de la acción de los mecanismos de la selección natural, al aumentar
la variabilidad dentro de la especie y poder manifestarse genes latentes o recesivos, lo que no ocurre
en condiciones naturales. De ahí que el espectro de la patología humana sea más extenso, tanto por su
contenido como por su forma, mientras que sobre el animal actúa con todo su peso la ley de la
selección natural y en la lucha por la existencia sólo sobreviven los más fuertes, que por otro lado,
también son los menos susceptibles a las enfermedades.
Como resultado de este análisis se puede apreciar que la importancia de lo social es tal, que el
proceso patológico humano se ha modificado con creces cuando se compara con el de sus
antepasados en la escala animal. La modificación de la patología humana no es un simple proceso
biológico, sino que por el contrario, la humanidad se libera de la influencia de los mecanismos de la
selección natural a costa de la acción de las relaciones sociales. Se produce como expresamos
anteriormente, un cambio en las características del genoma humano, que complica y diversifica el
proceso patológico cuya tendencia cambia como resultado de la multiplicidad de acciones del hombre
sobre su vida social.
La mente del cuerpo
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La conexión existente entre la mente y la enfermedad se va haciendo cada vez más evidente en la
medida en que progresan las investigaciones. Cualquier enfermedad, sea un cáncer o una
esquizofrenia, se origina en el cuerpo-mente. La salud consiste en la capacidad del cuerpo para
transformar y dar sentido a cualquier nueva información. En la medida en que seamos flexibles, en
que nos adaptemos mejor a un ambiente cambiante (virus, atmósfera húmeda, polvo) podremos
soportar mejor cualquier nivel elevado de tensión. Es como si el cuerpo tuviera su manera peculiar de
«conocer», por medio del sistema inmunológico. Este sistema está ligado al encéfalo. La «mente» del
sistema inmunológico está dotada de una imagen dinámica del propio ser. Así, tiene la tendencia de
dotar de sentido a todos los «ruidos» del ambiente, incluyendo virus y alergenos. El reaccionar
violentamente o rechazarlos, no se produce porque sean extrañas, como se pensaba, sino porque no
tienen sentido, porque no pueden ser encuadradas en el orden de la totalidad. El sistema
inmunológico está dotado de un gran poder y una gran adaptación en su capacidad de conferir sentido
al entorno, pero como está ligado al cerebro, es vulnerable a las tensiones psicológicas. Es por ello
que numerosas investigaciones han demostrado que los estados de tensión emocional, como la
tristeza o la ansiedad, alteran la capacidad de funcionamiento del sistema inmunológico. Eso trae
como resultado el que «cojamos» un virus, o una «reacción alérgica». Investigaciones realizadas en
animales, han demostrado que este sistema tiene una memoria muy sutil. Si se asocia un
medicamento inocuo a un inmunosupresor (droga que inhibe el funcionamiento del sistema inmune),
el cuerpo aprende a suprimir su funcionamiento en presencia de solamente el medicamento inocuo,
inclusive meses más tarde. Es de esa manera como asociamos con frecuencia períodos de tensión en
nuestra vida con elementos inocuos del ambiente (como los alergenos, o sucesos que nos recuerdan
otros acontecimientos), produciéndonos enfermedades crónicas que perduran mucho tiempo después
de haber desaparecido la causa originante de la tensión. O sea, el cuerpo «se acuerda» de haber estado
enfermo en presencia de esas señales.
Interrelación dialéctica entre lo biológico y lo social en los procesos vitales y la salud
Ninguna de las leyes biológicas o sociales actúa sobre el hombre y su salud por separado, todas en
conjunto condicionan los factores que determinan el estado de salud de la población. Constituyen una
unidad dialéctica en la que las biológicas y las sociales se manifiestan diferente, según los niveles en
que se desarrollan los distintos procesos vitales. Tanto unas como otras actúan en todos los niveles
del organismo, de manera que no actúa sólo lo biológico o sólo lo social de forma absoluta, ni
tampoco actúan las 2 por igual. El problema de la interacción dialéctica consiste en que unas u otras
leyes, sociales o biológicas, predominan según el nivel en que se produce el proceso vital o fenómeno
de salud.
En los niveles inferiores (molecular, celular) predominan las leyes biológicas, y a medida que se pasa
a los niveles superiores van predominando las leyes sociales hasta llegar al hombre integralmente
como ser social, más aún, cuando se valora la salud de colectivos de personas, la salud de la sociedad,
donde el predominio de lo social se manifiesta de manera muy evidente. Un ejemplo de la práctica
médica, la atención a pacientes diabéticos, facilitará la comprensión de este problema:
l La relación entre la glicemia y el ritmo de secreción de insulina está condicionada,
fundamentalmente por leyes biológicas. La causa de la diabetes mellitus está dada por la
disminución de la secreción de insulina por las células beta de los islotes de Langerhans. En
ello intervienen de manera predominante leyes biológicas, tales como la herencia y otras.
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l Ahora bien, la salud de una persona diabética se puede preservar o mejorar en dependencia de
que tenga acceso a una alimentación adecuada que contenga cantidades bien controladas de
carbohidratos; de que pueda realizar ejercicios para aumentar el transporte de glucosa al
músculo y de que pueda adquirir la insulina necesaria que se debe administrar para mantenerse
controlado. Todo esto depende de las condiciones de vida y de trabajo de la persona, o sea,
que se evidencia el predominio de las leyes sociales y resultan, de este modo, determinantes
del estado de salud de la persona.
l El pronóstico de los pacientes diabéticos varía desde una declinación rápida, que puede
conducirlo a la muerte, hasta el de una persona normal, en dependencia de que pueda llevar
una dieta correcta, disponer de condiciones para realizar ejercicios, poder adquirir la insulina,
tener acceso a controles médicos y otros factores que son, sin lugar a dudas, de carácter
predominantemente socioeconómicos.
La diferencia del hombre con otros seres vivos está dada en que por su esencia, el hombre es un ser
social, y por tanto, en su vida, en su salud, las leyes sociales son, en última instancia, las
determinantes. Los factores condicionados por leyes biológicas generales y específicas o por leyes
que influyen sobre la salud del hombre, se manifiestan directa o indirectamente, siempre a través de
su vida social.
Importancia de la relación entre lo biológico y lo social en medicina y salud pública
La comprensión correcta de la relación que existe entre las leyes y categorías biológicas y sociales
tiene gran importancia teórica y práctica en el ejercicio de la profesión médica y para el médico como
trabajador científico.
l Resulta imprescindible para la interpretación correcta de las causas y mecanismos de
producción de las enfermedades en el hombre y en general del proceso salud-enfermedad.
l Constituye un elemento de orientación metodológica fundamental, para alcanzar el propósito
de preservar y mejorar la salud de la sociedad.
Al enfocar correctamente la relación dialéctica que existe entre las leyes y categorías biológicas y
sociales, el médico puede estudiar y actuar sobre los factores socioeconómicos y biológicos que
influyen en el estado de salud de las personas, la familia y la comunidad. Esto le permitirá un mejor
desempeño, fundamentado científicamente, en su práctica profesional.
La enfermedad como resquebrajamiento de una unidad total
En lugar de ver la enfermedad solamente como el mal funcionamiento de una parte del cuerpo, debe
percibirse también como una oportunidad de crecimiento y transformación. Debe aprovecharse el
sentido terrible y catastrófico del suceso para ayudar a la reorientación de las prioridades del
paciente, así como para ayudarle a descubrir o restaurar la percepción que tiene de sí mismo, la
sabiduría y el sentido de interconectividad de toda su experiencia a lo largo de su vida.
La enfermedad debe visualizarse desde una nueva perspectiva: como un proceso de aprendizaje,
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como una oportunidad única para adquirir habilidades frente al dolor y el sufrimiento, para explorar
las relaciones entre el individuo y la comunidad, para experimentar el proceso curativo como parte
integrante de la relación paciente-equipo de salud.
Bibliografía consultada
- aldereguía henríques, j.: La relación de lo biológico y lo social, Instituto de Desarrollo de la salud,
Folleto, La Habana, 1984.
- rosental, m. y p. iudin: Diccionario Filosófico, Editora Política, La Habana, 1981.
- verdecia fernández, f.: Texto Básico de Teoría y Administración de Salud.
- Ministerio de Salud Pública. La Habana, II:13-15, 1982.
- ramos, bn. y j. aldereguía: Medicina Social y Salud Pública, Editorial Pueblo y Educación, La
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- toledo curbelo g. y otros: Salud Pública, Libro de texto básico de la asignatura Salud Pública,
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